TEMAS ─ POR JOSE VICENTE G.

27.5.13

JOYA HISTÓRICA – DISFRÚTENLA


Sé que muchos no comulgan con mi pensamiento; pero aun así, sigo convencido que una de las mejores cartas de presentación, de elegancia, y de evidencia de cultura, de cualquier persona, es una buena redacción; caracterizada por la claridad en la exposición de las ideas, un fluir lógico y ordenado en la aparición de las mismas, una refinada composición de las frases y, lo más importante: excelsitud en la puntuación y la ortografía.

Desde luego que es fácil esconderse tras la supuesta “moda”; en el sentido de que lo “Inn” es escribir lo más erróneamente posible. De pronto, “funciona” para un chat o cosas parecidas; y, ahí, se esconde disimuladamente la verdadera mala ortografía, puntuación, etc.

Pero, hay momentos, escenarios y circunstancias de la vida en las que, definitivamente, de una mala o buena redacción, depende la pérdida o la ganancia de un conflicto, de un negocio, de un buen e importante puesto laboral, de un influyente ascenso jerárquico… incluso y en algunas oportunidades, hasta de la consecución de un amor que realmente valga la pena.

Ojalá uno (en mi caso particular, yo) tuviera siquiera un asomo de la extraordinaria capacidad de redacción que algunos célebres y brillantes personajes han tenido y en quienes, obviamente, esa eminente escritura contribuyó a sus logros y a sus distinciones.

SIMÓN JOSÉ ANTONIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD BOLIVAR Y PALACIOS DE AGUIRRE, más conocido como SIMÓN BOLIVAR, es uno de los ilustres del pasado que más admiro por su exquisita forma de redactar. Hay muchas cartas y escritos de él, que son considerados joyas de la literatura hispana.

Murió el 17 de diciembre de 1830, luego de irse debilitando poco a poco en una penosa travesía que hizo por el Río Magdalena. Llegó a Santa Marta el 1° de diciembre de 1830, prácticamente en estado de postración.

El 6 de diciembre, gravemente enfermo, con todas sus capacidades disminuidas, escribió de su propio puño –no tenía escribano- una carta de amor, que no fue precisamente para MANUELITA; sino para su prima FANNY, a quien siempre amó.

Y aún, en esas precarias condiciones, no perdió su resplandor para redactar. Su elocuente retórica, a mi juicio, ya debía hacer parte de su estructura mental… para él era normal escribir así:

(transcipción textual de la carta)

Santa Marta, diciembre 6 de 1830.

Querida prima:

¿Te extraña que piense en ti al borde del sepulcro?

Ha llegado la última hora; tengo al frente el Mar Caribe, azul y plata, agitado como mi alma por grandes tempestades; a mi espalda se alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados de nieve impoluta como nuestros ensueños de 1805.

Por sobre mí, el cielo más bello de América, la más hermosa sinfonía de colores, el más grandioso derroche de luz.

Y tú estás conmigo, porque todos me abandonan; tú estás conmigo en los postreros latidos de la vida, en las últimas fulguraciones de la conciencia.

¡Adiós Fanny! Esta carta, llena de signos vacilantes, la escribe la mano que estrechó las tuyas en las horas del amor, de la esperanza, de la fe.

Esta es la letra que iluminó el relámpago de los cañones de Boyacá y Carabobo; esta es la letra escrita del decreto de Trujillo y del mensaje del Congreso de Angostura.

¿No la reconoces, verdad? Yo tampoco la reconocería si la muerte no me señalara con su dedo despiadado la realidad de este supremo instante.

Si yo hubiera muerto en un campo de batalla frente al enemigo, te dejaría mi gloria, la gloria que entreví a tu lado en los campos de un sol de primavera.

Muero miserable, proscrito, detestado por los mismos que gozaron mis favores, víctima de un inmenso dolor; presa de infinitas amarguras. Te dejo el recuerdo de mis tristezas y lágrimas que no llegarán a verter mis ojos.

¿No es digna de tu grandeza tal ofrenda?

Estuviste en mi alma en el peligro, conmigo presidiste los consejos del gobierno, tuyos son mis triunfos y tuyos mis reveses, tuyos son también mi último pensamiento y mi pena final.

En las noches galantes del Magdalena vi desfilar mil veces la góndola de Byron por las calles de Venecia, en ella iban grandes bellezas y grandes hermosuras, pero no ibas tú; porque tú flotabas en mi alma mostrada por las níveas castidades.

A la hora de los grandes desengaños, a la hora de las últimas congojas apareces ante mis ojos de moribundo con los hechizos de la juventud y de la fortuna; me miras y en tus pupilas arde el fuego de los volcanes; me hablas y en tu voz escucho las dianas de Junín.

Adiós, Fanny, todo ha terminado. Juventud, ilusiones, risas y alegrías se hunden en la nada, sólo quedas tú como ilusión serafina señoreando el infinito, dominando la eternidad.

Me tocó la misión del relámpago: rasgar un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo y tornar a perderse en el vacío.

SIMÓN JOSÉ BOLIVAR.

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