TEMAS ─ POR JOSE VICENTE G.

31.12.15

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He tenido la oportunidad de vivir y de desenvolverme en diferentes comunidades, organizaciones y sociedades. Y, prácticamente, en todos los escenarios ─desde chico─ he notado un factor común en las relaciones interpersonales de los demás para conmigo, para con JOSÉ VICENTE GÓMEZ SANDOVAL (Chepe Gómez): Son relaciones interpersonales que se dan de dos principales clases, de tipo "A", o de tipo "Z". No he notado relaciones interpersonales intermedias... o son escasas.

Las personas que me ofrecen una relación tipo "A", me aprecian y, al parecer, algunas pocas (mis papás) hasta me admiran jejé. Las del tipo "Z", por el contrario, me ven con encono y, creo, me condenan y me abominan.

Ambas  ─"A" y "Z"─ las disfruto intensamente y me generan bastante goce.

Con las personas que se conectan conmigo mediante las relaciones tipo "A", suelo reír a borbollones, chancearme, intercambiar cariño y departir intensos momentos, incluso buenos traguitos, paseos, rumbas, nutridas comilonas y muchos abrazos.

Mientras que las personas del grupo "Z" se muestran indiferentes conmigo. Mi fino hocico me permite olfatear que a ellas, aunque tratan de disimularlo, les caigo mal, lo cual también me causa placer.

Y... ¿Por qué mi existencia les produce padecimiento y molestia a estas últimas, si jamás les he perjudicado ni agredido...?  No es porque me envidien bienes materiales ni solvencias económicas; pues, en mi caso particular pensar eso no aplicaría y no tendría mayor sentido. Mi observación, análisis y larga investigación al respecto, me ha permitido decantar y conocer que lo que en verdad les da enojo conmigo, es el notar en mi comportamiento y en mi estilo de vida algo que quisieran tener y que en verdad pudieran tenerlo; pero que, por pusilánimes, no lo consiguen, no son capaces:

¿Qué es lo que tengo, que a muchos les produce inquina y pelusa? Es lo siguiente... lo redacto en un solo párrafo:
"Indiferencia ante el qué dirán y, así, capacidad para ─en lo trascendental para mí─ proceder, en la gran mayoría de los casos, en concordancia con lo que mi cerebro y mi autenticidad en realidad dictan y quieren, sin incumbirme que mis actos estén bien o mal vistos por los demás. Cuidando, sí, que esta filosofía no sea razón para desligar honestidad y responsabilidades; y, desde luego, sin interferir en la vida o libertad de persona alguna ni, menos, causar quebranto o daño intencional a alguien. Conservando amabilidad hacia quienes la merezcan. No hay que desconocer que para esto se necesitan buenas dosis de autoestima y de valentía".
Así de sencillo. Y ─ojo─ esto no es una declaración presuntuosa ni, mucho menos, arrogante... para nada. Es solo una bien intencionada invitación a desprenderse del inmenso lastre que constituye para cualquier individuo, el darle alta importancia o peso al QUÉ DIRÁN. Esta invitación con gusto la complemento con un llamamiento a hacer filas en el selecto grupo de las personas que procuramos ser originales y, sobre todo, que hacemos lo que está a nuestro alcance por tener una vida auténtica y llena de pletóricos momentos en los que, genuinamente, hagamos y vivamos lo que en verdad nosotros queremos y deseamos; en lugar de esforzarnos en hacer lo que creemos que nos quedará bien desde el punto de vista de la posible evaluación de los demás... ¡Allá ellos, allá los demás, SU OPINIÓN NO IMPORTA!

Alguna vez el influyente cineasta neoyorquino, WOODY ALLEN, esgrimió una interesante frase que aplica bien citarla aquí en mi blog. Él dijo: "No conozco la clave del éxito, pero tengo muy clara la del fracaso, es atender al qué dirán y, en respuesta, tratar de complacer a todo el mundo".

Supongo que WOODY ALLEN cuando mencionó la palabra 'éxito' no se refería a la ganancia competitiva en los negocios, sino al 'éxito' como persona. Lo mismo con el concepto 'fracaso'.

Con la mejor de las intenciones,

JOSÉ VICENTE GÓMEZ SANDOVAL (CHEPE GÓMEZ)
http://www.facebook.com/gomezchepe



11.10.14

EL PLANETA EN EL QUE VIVIMOS

VIVIMOS EN EL PLANETA DE VÍBORAS Y RATAS. Esto del término 'víboras y ratas', es una expresión aquí aplicada por el suscrito. Y así la acuñé, años atrás, cuando empecé a compartirle y a explicarle a mi esposa, este mi parecer: El planeta de víboras y ratas; por no decir, el planeta de la maldad.

Que ¿por qué lo así lo he apodado?

Si contemplamos a Colombia, que es lo cercano a nosotros, para donde quiera que miremos veremos a alguien bregando a perjudicar, lesionar o atropellar a otros, por beneficio propio, por odio, por envidia, por placer, por dinero, por degeneramiento (drogas) o por innumerables razones; pero, despiadadamente, cagándose en otros. Los delincuentes, acuchillando por robarse un celular. La inmensa mayoría de los policías, embistiendo y despojando de algunos pesos a cuanto conductor decente ven. Los políticos, ya con puestos de manejo, robándose el patrimonio público. Los "honorables" legisladores, preparando e impulsando leyes amañadas a su conveniencia. El presidente de la república, decidiendo en favor de su grupo y de sí mismo sin importarle que arrolla y pisotea a todo un país. Los líderes religiosos (con sus excepciones), muchas veces sin creer en sus propias prédicas, manejándolas y manipulando a sus feligreses para tenerlos intimidados, asustados, cuál cándidos borregos, diezmando en su favor. Los guerrilleros, violando, secuestrando y matando sin ton ni son. Los propietarios y administradores "de alto nivel" de las EPS, robándose los aportes de los ciudadanos y tirando por el piso la salud pública. Las oficinas de sicarios, asesinando aquí y allá. Las guerras de pandillas, matándose entre sí y ajusticiando a otros. Los industriales taurinos, pugnando por continuar en su morbosa carnicería. Las prostitutas sidosas, repartiendo el virus de manera consiente y taimada. Los brujos, vendiendo maleficios y nigromancias. Los médicos, formulando cirugías innecesarias solo por embolsillarse unos pesos; etc., etc.

Y, en escenarios más familiares a nosotros, más cercanos: La novia fingiendo amor por un novio adinerado. El empleado haciendo despedir a su compañero mediante una calumnia. El fulano, después de enterarse de un chisme vergonzoso de un conocido, malintencionadamente difundiéndolo a diestra y siniestra. El amigo tomándole el pelo a quien le ha prestado un dinero, en procura de no pagárselo solo porque fue de confianza y no se firmaron papeles. El comerciante que engaña de una o de otra manera. La mujer que hace hirientes comentarios a su amiga, acerca de su esposo, solo por el placer de sembrarle cizaña y dudas. Quien, mediante afirmaciones, mancha la honra de otra persona. La envidia que martiriza y no deja reposar a muchos(as). Los unos y los otros, entre conocidos y desconocidos, esgrimiendo chinches y fastidiosos comportamientos de prepotencia, orgullo y pedantería, solo por creerse con dos pesos de más, o con una miserableza de poder en sus manos, o sea, por creerse ratas de las grandes o víboras de las más venenosas; etc., etc.

Así... la lista de acciones serpientunas y ratunas es mega interminable sin siquiera salirnos de nuestro país. Desde luego, no estoy dentro de excepción alguna, cierta categoría ratuna tendré; aunque, estoy seguro, no tan alta.

¿Y si nos vamos para otros países u oteamos el ambiente internacional, qué vemos, será distinto, será mejor...? No... Las mismas cosas, con iguales o con diferentes ejemplos, a veces peores; pero con el factor común de alguien arrollando a otro o a otros, o acabando con el planeta: La tumbada de Las Torres Gemelas. El grueso de la población de África del Norte luchando interminablemente por su libertad en medio de la muerte, las mutilaciones y la destrucción. La histórica guerra de Medio Oriente cuyo ícono principal es el conflicto Judíos Vs Palestina. La Guerra del Golfo Pérsico. El derribe de aviones comerciales. La impresionante carrera armamentista. El desarrollo de pertrechos nucleares. Estados Unidos violentando a países con altas reservas de petróleo en procura de él. Los cubanos muertos de hambre y de carencias para que la familia y los amigos de Fidel estén a todo taco. El rey de España matando inermes elefantes para hacerse a una ridícula foto. Países en donde ─aún─ lapidan y asesinan públicamente a una mujer por estar sindicada de infidelidad. En África central la gente muriendo de desnutrición mientras sus gobernantes poseen inodoros de oro. Fabricantes de armas biológicas impacientes por utilizarlas. Las grandes industrias farmacéuticas y la OMS mintiendo mundialmente con el cuento del misterio del cáncer, con el de las vacunas, de las nuevas enfermedades, etc., solo para obtener descomunales beneficios económicos. Los implacables narcocarteles difundiéndose por uno y por otro país. Los asiáticos acabando con tiburones, delfines y ballenas para engrosar las economías de esos despiadados negocios. Los ecosistemas muy menoscabados por el irresponsable proceder de los humanos. Etc., etc.

¿Será, entonces, que la maldad es moda y que últimamente se pusieron en boga las especies rastreras serpientunas y ratunas?

Pues, revisemos el pasado, la historia, para ver si en los pretéritos tiempos se compartía por todos lados, el amor, la caridad y la tolerancia, y sí vivían en una envidiable paz, tranquilidad y armonía... Pero... Nooo... !Era peor! Aún con mayor crueldad y sadismo.

En Colombia: las nueve guerras civiles del siglo XIX incluyendo la guerra de los mil días; el Bogotazo; la época de las chusmas; las beligerancias a muerte entre liberales y conservadores de mediados del siglo XX (godos y cachiporros); los famosos bandoleros; el conflicto armado que inició para los días de 1962 y que aún continúa; el M19; el paramilitarismo; la narcoguerrilla; los narcocarteles y sus guerras; la inmanejable delincuencia común, etc., etc.

A través de Netflix se pueden ver series (de excelente calidad) que aluden épocas pasadas y episodios históricos de cobertura universal, en los que se observa que 'las víboras y las ratas' de esos lejanos entonces no eran cualquier rastrerito, eran inmensas y de alcantarilla, unas verdaderas zarigüeyas o faras, o unas bárbaras anacondas.

Haciendo una rápida revisión de la historia general, podemos citar, y es una triza: Las impresionantes e incontables guerras carniceras de los imperios antiguos, los tiempos de los desalmados piratas, de los feroces Vikingos, las fieras batallas en la Guerra del Peloponeso, las atroces campañas militares de tipo feudo-expansionista patrocinadas por el papado y conocidas como Las Cruzadas; las sucias luchas y asesinatos por el poder en todas las épocas y en todas las regiones, los cruentos espectáculos del circo romano, los impresionantes y brutales atropellos religiosos que se han dado en diferentes tiempos y regiones, la sanguinaria y monstruosa inquisición, las espantosas esclavitudes, las irreflexivas guerras regionales y las mundiales con bomba atómica a bordo, las bárbaras y vandálicas conquistas que llevaban a cabo los europeos en tiempo de los descubrimientos de nuevas tierras, etc., etc.

También, se me ocurre pensar en algunos famosos personajes víboro-ratunos muy gigantes: Luis Alfredo Garavito (la bestia); Pablo Escobar; Rodríguez Gacha; Adolfo Hittler; Losif Stalin; Vlad Tepes, el emperador de los carpatos que sirvió de inspiración para crear a Drácula (mandó a descuartizar a 100 mil personas y gozaba mirando); Pot Pot, el terror de Camboya (mandó a matar cerca de dos millones de personas incluidas su mujer y sus hijos); Tomás de Torquemada, quemó a 10 mil personas por cuenta de la Inquisición y mutiló a 27 mil; Iván El Terrible (entre sus fechoría estuvo el haber violado a más de mil niñas y mujeres vírgenes); Osama Bin Laden; Idi Amín (en Uganda mató a más de 300 mil coterráneos y comía carne humana); Muamar Gadafi; Nerón (entre los innumerables asesinatos, estuvieron su madre y su mujer); Sadam Husein; Atila (arrasó cantidad de poblaciones para expandir su poder); Cayo César o Calígula; Alphonse Gabriel Capone (Alcapone); Tiro Fijo... ...Y, así, podríamos, interminablemente, seguir añadiendo y añadiendo nombres a esta lista víbora-ratuna.

Entonces, por lo visto, la malignidad no es una novedad ni primicia alguna; y el sufrimiento tampoco es moda, siempre ha pululado.

¿Significa lo anterior que en la Tierra solo hay y ha habido sufrimiento, víboras y ratas...?

No, no todo el mundo sufre permanentemente ni todos son víboras ni ratas. Hay un porcentaje de personas incapaces de hacerle ─intencionalmente─ mal a otro semejante; es decir, son realmente buenas. Buenas porque así les nace ser. Y ese porcentaje varía dependiendo del universo que tomemos, si como universo tomamos a los vecinos de mi barrio, a nuestros amigos o a nuestros familiares, seguramente el porcentaje de gente buena, y por lo tanto no serpiente ni rata, va a ser alto; pues, se supone que estamos rodeados de gente virtuosa y benévola; aunque no dejará de haber por ahí quienes entre muestren sus comillitos o su colita.

Pero si tomamos el contexto mundial o el contexto, aún mayor, histórico-mundial, el porcentaje de buenas personas ha de ser pequeño. Y cuando hago referencia a 'buenas personas' me refiero a gente francamente buena, no buenas a la fuerza. No buenas como son en muchos países en los que la gente actúa como si fuera buena (ojo, como si fuera buena), pero porque las leyes son demasiadas y muy estrictas y, para acabar de completar, existe, en ellos, la cultura de señalar, de acusar para que condenen al otro; entonces ─así─ todos se comportan bien. En esas circunstancias la gente, en general, no es que sea buena de manera genuina y auténtica, sino que son temerosas de las drásticas leyes y de las represalias de las autoridades; son sociedades organizadas y muy restriñidas que generan sus propios escenarios; llamémoslos monarquías absolutistas (Arabia Saudita), repúblicas dictatoriales (Turquía y Siria), regímenes teocráticos (Irán), países fundamentalistas (son muchos); pero, también, me puedo estar refiriendo a países muy civilizados, como Estados Unidos, por ejemplo.

Desde luego que en todos esos pueblos se vive menos libre pero hay menos desmanes; gracias a las normas. Sí, acabo de escribir 'gracias a las normas'.

En una oportunidad por asuntos de trabajo tuve que visitar frecuentemente a Houston y, por ahí, terminé viviendo un tiempo corto en Galveston (en representación de una compañía petrolera). Es una ciudad pequeña, supongo de unos cien mil habitantes, ubicada en una isla, en el Golfo de México, al sureste de Houston y muy cercana a esta ciudad; pertenece a un condado que lleva ese mismo nombre (Galveston), en el estado de Texas. Allí, como en muchísimas partes de Estados Unidos, la ley prohíbe ingerir bebidas alcohólicas en la calle o en partes que sean visibles desde la calle; y ve uno a esa gente decentísima tomándose un cafécito o un jugo de naranja en la terraza de la casa ¡Qué compostura! ¡Qué recato!¡Qué comedimiento! piensa uno, acordándose ─allá─ de las fuentes o barcitos con terraza externa que hay en Colombia, en donde la gente liba libremente sus licores con la brisa de la tarde o de la noche.

Pero, allí, en esa pequeña población, la legislatura del condado admitió o admite (no sé si aún) una semana al año en la que se suspende la norma que prohíbe el consumo de licor en lugares públicos o visibles; es decir, durante esa semana del año no es ilegal ingerir bebidas alcohólicas en la calle o en espacios visibles. Y no me van a creer (o averígüenlo) ¡¡¡Qué desenfrenos y que excesos de consumo de licor, en plenas calles, los que se dan en esa ciudad durante esa semana!!! En las mañanas no se puede andar por los andenes para no estrellarse uno con la cantidad de borrachos y amanecidos que, trastabillando, aún tratan de sostener alguna botella o alguna caneca en la mano; es una locura, es para sorprenderse uno, o para ─en mi caso─ cagarme de la risa. Entonces... esos ciudadanos ¿en realidad son personas abstemias y de elevadísima moral? ¿Su compostura, decoro y circunspección de todo el año, es auténtica y genuina? ¿O lo que están es aguantadas esas personas, cual agua de represa?

Dejo la inquietud en el aire. Pero es el clásico ejemplo de lo que yo llamo ser bueno a la fuerza. Y, ¿sirve? Sí, si sirve para ordenamiento social. Pero para mi análisis del paneta de víboras y ratas, no vale; ahí pueden haber muchas ratas, no solo aguantadas para lo del licor, eso, en últimas, es una pendejada, una pequeñez; sino, contenidas (a su pesar) para muchas otras cosas y desmanes que pueden ser peores; enjauladas y con el deseo de salir a morder. Y eso que el ejemplo que he citado, es supremamente elemental, casi que sirve es como modelo académico o arquetipo de referencia.

Desde luego que, como en todos lados, en esos países que cité (fundamentalistas o demasiado civilizados), ha de existir el porcentaje de gente realmente buena, buena de fábrica, buena desde adentro, incapaz de hacer daño adrede a un semejante. Y, entonces, no necesariamente enjaulada.

Lo mismo ocurre con ciertos seguidores, feligreses o concurrentes (tampoco generalizo, mis respetos para muchos) de ciertas religiones que ─en el fondo de su autenticidad─ quisieran malcomportarse, emborracharse, drogarse, cachonear, prostituirse, qué sé yo... pero que no lo hacen por el temor a convertirse en el churrasco de las llamas perpetuas del infierno. Y ─claro que sí─ muchas veces es bueno que estén atemorizados ─lo aplaudo─ porque, sino fuere así, a esos sujetos aguantados, ¿quién los soportaría en la calle y sin freno? En Bucaramanga tenía yo a una vecina muy bonita de unos 20 años de edad, asistía ella a un culto religioso por ahí cerca, vestía con maxifaldas y siempre andaba con un librito (bien moderada)... de pronto se salió de ese culto (desconozco por qué lo hizo, solo nos saludábamos), y cual loca se volvió, en shorts y callejerísima; sencillamente, para mí, era buena a la fuerza.

Con mi esposa, con JULIANITA, desde hace algún tiempo intentamos no ver noticieros; procuramos no hacerlo, aunque, a veces, casi que accidentalmente, los vemos. Y siempre es lo mismo: lo que hasta aquí acabo de escribir, pero en diferentes versiones, unas veces con unos personajes y otras, con otros. Maldad por todos lados. Esa ha sido la prehistoria, la historia, el cuento y la actualidad de la humanidad.

Indudablemente, y esto es importante, el nivel de brutalidad ─ojo─ y de atrocidad ha ido suavizándose y atenuándose, eso sí es evidente. La humanidad, en términos generales y desde el punto de vista de su grado de ferocidad, ha ido evolucionando y progresando para bien. No es lo mismo un castigo de la inquisición ─perdón, de "la Santa Inquisición"─ por allá en el año 1.400, cuando por cualquier pendejada lo declaraban a uno hereje y, por ello, lo descuartizaban lentamente, lo decapitaban, o lo quemaban vivo en una plaza pública. A que, hoy, por esa misma pendejada o por una afrenta pública que se les haga a los curas, lo sancionen a uno con algo que se denomina "la excomunión". Pues ella no duele y, además, nadie entiende qué significa.

Y ese nivel de brutalidad, en todos los ámbitos ha ido pulimentándose, aunque todavía quedan sociedades que, a estas alturas, aún destrozan a piedra a una mujer que es acusada de infidelidad. Pero, en general, la humanidad sí ha ido evolucionando hacia menguar el nivel de crueldad y de irracionalidad. Pero, ¿a qué velocidad se ha dado esa evolución...? Es la pregunta del millón.

Haciendo un cálculo de extrapolación, tomando la velocidad de evolución de ese mejoramiento del índice de crueldad de los últimos dos mil años (es decir, desde los días cuando en Judea el sumo sacerdote José Ben Caifás, sin motivos justos movió sus influencias, al interior del Tribunal Supremo de los Judíos ─el Sanedrín─ para que un caritativo hombre inocente de Nazaret fuese capturado, llevado y acusado ilegítimamente ante el prefecto Poncio Pilatos, hasta nuestros días) deduzco que, a ese ritmo, tendremos un planeta libre de víboras y ratas, y como muchos lo soñamos, tal vez para dentro de unos mil o mil quinientos años (si no es que algo más); o sea, para el año tres mil o tres mil quinientos, aproximadamente. Así es que tendremos que tener paciencia y vamos a esperar ese momento pero "sentados".

Por ahora, año 2014, aún somos muy víboras y muy ratas. No estamos ni tibios de ser un planeta de gente auténticamente buena. Tenemos avances tecnológicos muy sorprendentes, claro que sí; pero que en nada menguan nuestra mentalidad ratuna, pues se suelen tomar esos adelantos materiales y utilizarlos como elementos de subvención y de ayuda para propósitos perversos. Basta con que miremos el progreso de la industria armamentista y, para no ir tan lejos, la utilización del Internet. Pues, a propósito de Internet, ¿todos saben qué hay en el lado oscuro del Internet...? ¿Noo? Pues busquen en Google para que se aterren: "Lado oscuro de Internet", busquen así. Y si hasta aquí no me han dado la razón, ahí me la van a dar: ¡Qué mano de víboras y de ratas las que hay en estas sociedades!

Entonces, ¿podemos arreglar algo? Sencillamente, nooo.

Si alguien valientemente tapa un hueco, denuncia un hecho corrupto, da de baja a un maleante, le hace frente a irregularidades; bien por ese alguien, pero, al tiempo, se están abriendo otros huecos. Desde luego que se aplaudirá y se valorará su valentía y valdrá su acción; será un granito de arena, desde luego; pero la mejora no será notoria.

La velocidad general de mejoramiento de la moral y de los índices de crueldad y de maldad, es tan lenta que es imperceptible. Podemos incluso amargarnos nuestra vida o vivir apesadumbrados permanentemente de ver tanta perversidad y, aun así, no alcanzaremos a ver una significativa mejoría de esa moral generalizada. Y cuando utilizó (acabo de hacerlo) el vocablo "moral", no me estoy refiriendo al vulgar concepto de moral en el cual, tiene moral la mujer que viste trajes largos, anchos y de tela gruesa; y no tiene moral la mujer que viste con minifaldas y mostrando mucha piel. Eso no tiene nada que ver con la moral, eso es un patrón de comportamiento social que inventaron ─se me ocurre─ las mujeres amargadas o las personas puritanas.

Voy a revelar, para mí, qué o quién es una persona verdaderamente de alta moral (con cara teórica porque, para la actualidad y para el pasado, es una definición casi que traída de los cabellos). Y, para ello, para la citada definición, voy a transcribir textualmente el concepto que, al respecto, escribió el eminente pedagogo francés Hippolyte Léon Denizard Rivail (siglo XIX); y que, con mi pronóstico, así veremos a la gente en el año 3500:

El verdadero hombre de bien y de buena moral, es el que practica la ley de justicia, de amor y de caridad en su mayor pureza. Si interroga su propia conciencia sobre los hechos realizados, se preguntará si no ha violado aquella ley, si no ha hecho mal, si ha hecho todo el bien que ha podido, si nadie ha tenido que quejarse de él y, en fin, si ha hecho a otros todo lo que hubiese querido que por él se hiciera. Este hombre, penetrado del sentimiento de caridad y de amor al prójimo, hace el bien por el bien, sin esperar recompensas, y sacrifica su interés por la justicia. Es bueno, humano y benévolo para con todo el mundo, porque en todos los hombres ve hermanos, sin excepción de razas y creencias. Si ese hombre cuenta con poder y riqueza, ve en esas cosas un depósito que debe emplear para el bien y no se jacta de ello, porque sabe que fácilmente lo puede perder. Si el orden social ha puesto hombres bajo su dominio, los trata con bondad y benevolencia, porque los considera iguales suyos, y emplea su poder para moralizar a aquellos y no para fastidiarlos con su orgullo. Es indulgente, tolerante y comprensivo con las debilidades ajenas, porque sabe que él mismo necesita indulgencias y recuerda el famoso pasaje de: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". No es vengativo, busca razones para perdonar las ofensas. Respeta, en fin, en sus semejantes, todos los derechos que dan las leyes de la Naturaleza, como quiere que se los respeten a él.

Si todo el planeta es de víboras y ratas, y si nadie en su corta vida alcanza a ver un mejoramiento significativo de la moral general de las sociedades, ¿para dónde corremos?

No es lo mismo vivir en el popular suburbio de Ciudad Bolívar en Bogotá, que en el exclusivo y elegante sector de Chicó Reservado, ahí mismo en Bogotá. No es lo mismo vivir en África central, que en Miami. Desde luego que, si miramos, encontramos zonas, espacios o ambientes de mejor o inferior confort, de mejor o inferior orden público, de mejor o inferior clima y, esas, serían una opciones de mejoramiento hacia donde pudieran correr algunos en busca de hábitats con menor plaguero de víboras y ratas. Pero esto es teórico o, ¿cuántas familias cansadas de vivir en Ciudad Bolívar se pueden mudar para el Chicó Real? ¿Cuántas personas aburridas de África Central se pueden ir del todo para Miami a vivir? Prácticamente nadie.

Desde luego que conocemos personas que han podido irse a vivir a otro país o a otra ciudad que consideraban de mejor calidad de vida; es innegable, pero no es el grueso de las poblaciones no es el indicador típico. Y viene ahora la pregunta, las excepciones que se pudieron trasladar, ¿en verdad llegaron a una sociedad libre de víboras y ratas?

Las víboras y las ratas proceden en concordancia con su entorno inmediato. Las de Ciudad Bolívar seguramente actúan con un cuchillo o un revolver en la mano robando portátiles y fumando bazuco; las de Chicó Reservado no hacen eso, allí demuestran su condición ratuna o reptil con unos niveles de engreimiento, jactancia y discriminación, que harán que aquella humilde familia imaginaria que logró mudarse a este sector proveniente Ciudad Bolívar, ahora, con estos nuevos roedores a su lado, añore la familiaridad que tenía entre sus vecinos en Ciudad Bolívar. Y, posiblemente, algunos o muchos de los de Chicó Reservado desarrollan su condición vibora-ratuna en su trabajo, no sería raro que un senador viva en Chicó Reservado.

Luego, la respuesta a la pregunta ¿ante tanta alimaña, para dónde correr?, es: "No son muchas las posibilidades para donde hacerlo, de pronto para Plutón o para Júpiter".

¿Qué podemos hacer quienes repudiamos el estilo y comportamiento víboro-ratuno y deseamos alejarnos de él?

No podemos irnos del planeta Tierra, y estamos teniendo una vida que, a menos que nos la quitemos, hemos de continuar con ella, y es una vida corta en la que, muy seguramente, no alcanzaremos a ver muchas mejoras significativas en el aspecto del cual deseamos alejarnos. Lo que sí podemos hacer, es no rociar con más ácido y tormento nuestras existencias, y ser muy conscientes de que nos desenvolvemos en medios víboro-ratunos. Debemos, opino, sin ser pesimistas ni paranoicos, ser conscientes de las altas probabilidades que tenemos de sentir dolor físico o psicológico, de ser víctima de alguien, de percibir decepciones y desencantos, o de resultar implicados en luchas y peleas y, con esa conciencia, bajarle nivel de malestar y padecimiento a todo aquello que podamos manejar con nuestra mente por tratarse de aflicciones ocasionadas por razones subjetivas.

Tengo muy claro que existen dos clases de razones para sufrir. Con estos nombres nunca lo he leído en parte alguna, pero así lo he pensado siempre: Las razones objetivas y las razones subjetivas.

Las objetivas ─para mí─ son las verdaderas y reales. Si alguien se fractura un hueso, tiene razones objetivas para sufrir: el dolor. Si alguien está enfermo y sufre fuertes dolores, sus razones de sufrimiento son absolutamente objetivas. Si alguien es puesto preso, tiene razones objetivas para sufrir: la privación de la libertad. Si a alguien le roban su moto, tiene razones objetivas: quedó a pie. Si a una madre se le muere su hijo, esto será una razón objetiva de sufrimiento por un buen tiempo.

Pero hay otras razones que, con mayor difusión y propagación, hacer sufrir a la gente; me refiero, en mi clasificación, a las razones subjetivas. Y estas son autoinfundidas (cerebrales), así tengan fundamento social; es decir, para mí, no son razones válidas, son imaginarias a las que, a voluntad, se les presta una mayor o menor atención. Los siguientes son ejemplos que no a todo el mundo aplica: Las mujeres preocupadas por, qué tan lindas lucen o no lucen. Los padres de familia afanados por lograr pagar un costosísimo colegio para sus hijos, para que sus amistades así lo sepan. Los que no han salido al exterior perturbadísimos porque ya todos sus conocidos lo hicieron y ellos no. El insano deseo de endeudarse y cambiar de casa o de subir de estrato, por el único motivo de que ya mi compadre lo hizo y no me puedo quedar atrás. La niña que quiere suicidarse porque se le perdió el celular y en él iban unas fotos selfys desnuda. El que se abate porque alguien a quien en otrora ayudó, no se lo vive agradeciendo a cada rato. El papá que sufre porque un hijo le salió gay y quiere volverlo varón a las buenas o a las malas y, lo peor y que más lo atormenta, que nadie sepa. La envidia que corroe a muchas personas y que no las deja dormir por estar codiciando huevonadas ajenas. Y, en general, la berraca preocupación y todo lo que se hace en función y dependencia del 'qué dirán'.

Mientras no tengamos razones objetivas grandes de sufrimiento ─si olvidamos las subjetivas─ podemos vivir muy chévere, pasarla de manera contenta, crear alegría y establecer nuestra primavera, mientras no llegue por ahí alguna rata o alguna víbora a atacarnos en forma directa.

Las razones subjetivas de sufrimiento para mí no tienen fuerza. Cada quien le da la validez o importancia que su personalidad quiera otorgarles. Depende de muchos factores esa resonancia que se les dé: de la crianza, de la autoestima, de los criterios de cada quien, de cómo se manejen las pasiones y los resentimientos, de la formación, etc. Habrá quienes se suiciden por esas razones subjetivas de sufrimiento, y a otros les valdrán nada.

¿Entonces cuál es la propuesta?

Mientras no expiremos y sigamos con vida, desaparecer del planeta de víboras y ratas, es imposible. Podemos sí evitar exponernos o dar oportunidades en demasía ante estos bichos. Y mientras no tengamos razones objetivas de dolor o de sufrimiento, nos queda la tarea (que solo a nosotros perjudicará o beneficiará) de lidiar y de sortear los motivos subjetivos que ─supuestamente─ nos deben dar sufrimiento. Lidiar y zigzaguear esos MOTIVOS SUBJETIVOS de sufrimiento, es el único flanco en donde tenemos tela para cortar y para ayudarnos a pasarla chévere, en verdad que sí.

Tras de que estamos en el planeta de víboras y ratas, muchas veces con motivos objetivos de dolor y, para acabar de completar, ¿vamos a meterle más leños a la hoguera prestando razón, oídos y corazón a las razones subjetivas? ¡Por favor...! Pero la mayoría lo hace.

¡No joda! Cambiemos la hora del noticiero por una hora de música de nuestro agrado. Dejemos de mirar esas telenovelas de pandillas, de narcos y de prostitutas (víboras y ratas en cantidad). Alejémonos de la gente negativa, de las personas problemáticas, y de los sujetos complicados. No pidamos créditos ni asumamos deudas por encima de nuestra capacidad de endeudamiento. No instemos a nuestros hijos a tener un nivel de vida superior al de nuestra real capacidad (eso a futuro nos ahorcará). Mientras no le causemos daño a alguien y esté a nuestro alcance hagamos todo lo que deseemos o se nos antoje hacer. Dejemos de compararnos hacia arriba con los demás, si compró que compre, si viajó que viaje. Compremos lo que nos gusta y lo que esté a nuestro alcance ¡a la mierda con las marcas!. A quienes conviven con nosotros dejemos de joderlos insertándoles la preocupación del 'qué dirán', qué van a decir fulanos de tales. En fin, botemos ese puto paraguas y salgamos corriendo para el parque más cercano, si llueve qué carajos nos mojamos con alegría, busquemos un río, una playa; no a todo el mundo le va a gustar lo mismo, pero persigamos lo que nos guste, desde luego que desconectados de preocupaciones subjetivas. Pero para muchos no va a ser fácil botar el paraguas y salir corriendo, menos si está lloviendo, porque, ¿qué van a pensar y a decir los vecinos...? ¡Pensarán que estoy loco!

Entonces, si no quiere o no es capaz, siga así y tírese su cuarto de hora; y acuérdese que las víboras y las ratas por todos lados asedian, y pueden reforzar a que la tirada del cuarto de hora sea peor.

Y, por favor, si su nivel de padecimiento SUBJETIVO es muy grande y ningún consejo le ayuda a controlarlo, entonces al menos no se esfuerce en irradiarlo.

Quedan una par de preguntas en el aire, ¿Por qué el planeta Tierra ha sido y es así con un nivel tan representativo de maldad? y, segunda, ¿Por qué la evolución de mejoramiento en este aspecto ha sido, y es, tan lenta?

Preguntas al respecto de estas dos interrogaciones, a través del Inbox por favor jejejejé jejejé.


CHEPE GÓMEZ.

6.3.14

AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS, EN EL TEXTO. ODIAOS LOS UNOS A LOS OTROS, EN LA PRÁCTICA.

No soy ateo, de ninguna manera; POR EL CONTRARIO.

Pero, sí, soy CERO discípulo de religión alguna. Y no es que no las siga por ser necio, o por ser un cretino obtuso. Ciertamente ─para mí─ no las legitimo, porque a raíz de mis inquietudes e intranquilidades intelectuales, desde hace tiempo he leído, estudiado e investigado sobre varias de ellas, y he quedado atónito y desconcertado; en otras palabras, desde mi perspectiva, me considero con excelentes y fundamentados criterios para ser discrepante y opuesto a las religiones. Sé y conozco de muchos fanáticos, apasionados y ciegos, que están ahí en su culto, porque, sencillamente, no conocen de más nada... igual que cuando éramos niños y aprendimos el idioma español sin tener ni vaga idea de lo que era el mandarín, el alemán u otros muchos idiomas; en ese entonces, podríamos haber jurado que era el único idioma existente en el Universo.

No obstante mis axiomas y mis opiniones al respecto, soy muy respetuoso, cuidadoso al extremo y suficientemente considerado con el credo y el culto que, en torno a este tema, cada quien profesa. Allá cada cual hace con su cerebro, con sus credibilidades, con sus doctrinas, con sus certidumbres e incertidumbres; es decir, con su vida, lo que desee hacer. Además, ningún daño me causan con las normas y cánones que quieran adoptar y seguir. Incluso, he observado gentes a quienes les ha caído bien la religión, pues en verdad han cambiado para bien. Y también, en otras, he advertido todo lo contrario.

De otra parte, hay algo que me ha llamado la atención: Es que a ciertas y particulares personas fanáticas (no todas desde luego) les ha dado desde hace algún tiempo, con cierta frecuencia, por escribir en sus muros de Facebook y para que todos lo lean o, mejor, trascribir, no sé si textualmente de la Biblia o trasladados de algún texto de filosofía, de teología, o no sé de qué escolástica, una serie de postulados, máximas, fórmulas, apotegmas y consejos  (a veces largos y confusos) que describen y sugieren actitudes ideales, posturas sacras y venerables comportamientos que, por cierto, son completamente antagónicos y contrapuestos a la personalidad y a las venenosas conductas usualmente mostradas y desplegadas por ─precisamente─ quien los está presentando en su muro. Eso sería como si CHEPE V. GÓMEZ SANDOVAL ─de la noche a la mañana─ resultara publicando proverbios para inducir al pesimismo y al desánimo, y para censurar la rumba y el consumo de licor; o, dicho de otra manera: como si los burros resultaran hablando de orejas.

A veces es tan profunda la contradicción existente entre el sublime contenido del mensaje o el estado publicado, y la profana vida que, día a día, exteriorizan y reflejan estas singulares y sorprendentes personas; que no sé si es que han perdido la cordura, si es que definitivamente les gusta hacer el ridículo, o si lo han escrito para hacer chiste y causar risas.

Esos estados contradictorios, en últimas a nadie fastidian; solo causan extrañeza o hilaridad. Entonces pienso: Si ya estos personajes cuentan con el respeto de todos sus amigos virtuales por su  supuesto fanatismo y por su obcecación hacia su religión, y que por esto nadie les va a molestar, ¿por qué no lo siguen profesando allá en su corazón y en su intimidad, en lugar de esforzarse y propiciar a que sus allegados les pierdan ese respeto justamente por estar auto-ridiculizando su creencia al publicar estados extraídos de sus textos guía,  en los que describen su anti-yo; o, mejor, su anti-usted? Y que nadie va a creer que esos augustos contenidos corresponden a la horma de sus zapatos.

Desde luego que no debo omitir el hecho de que también me he fijado en personas que son seguidoras de alguna religión, y que, aparte de ser fervorosas y verdaderamente piadosas dentro de su creencia, manejan muy buena moderación y nunca hacen quedar mal a su credo; y si algo escriben o pregonan, es acorde con su diario proceder. Para ellas, mis sinceros respetos y la aclaración de que en nada aplica, a estas buenas personas, lo conceptuado en esta nota.

28.11.13

LLÁMAME PORQUE NO TENGO MINUTOS EN MI GALAXY 100

Nunca he sido fans de la marca Black Berry en particular, ni fans de ninguna marca de celulares, eso para mí es insustancial no obstante conocer con algún soporte sus características y sus desigualdades técnicas.

Pero, en este tema de los celulares, sí me ha llamado la atención que algunas personas, directa o disimuladamente, condenan a los poseedores de Black Berry por, supuestamente, ser personajes sin gusto; y remachan vociferando que el Black Berry es para los pobres; y, desde luego, se esfuerzan por conseguirse o por sacarle a alguien un teléfono de alta gama de otra marca ojalá sea el último modelo, el iPhone 20, por ejemplo, si pudieren.

Y es cuando me enredo y no entiendo; pues, justamente a muchas de esas mismas personas críticas o alienadas por la publicidad, las veo, donde quiera que van con su SÚPER SMARTPHONE, pidiendo y casi que mendigando claves de Wi-Fi... ¿Acaso no andan con teléfonos de ricos... qué pasa con su mega plan de datos? Y, esto, por no referirme aquí, a su "amplia disponibilidad" de minutos.

¿Entonces qué hay que hacer...? Sencillo: antes de criticar, pararse frente al espejo.

4.6.13

¿PREOCUPADO PORQUE HAY PERSONAS QUE NO ESTÁN DE ACUERDO CONTIGO?


Quienes me conocen de cerca saben que siempre he cacareado que no es sano y que no es conveniente –para uno mismo- vivir en función de la opinión ajena; es decir, del qué dirán. De muchísimas maneras así lo he expresado. Aquí, siguiendo con mi obstinación (para algunos así será), te digo lo siguiente:

Echa un vistazo a cómo funciona tu mundo. Para resumir, te diré que JAMÁS puedes complacer a todos. En realidad si logras contar con la aprobación del 50% de la gente, estarías sobresaliendo. Esto no es ningún secreto. Sabes muy bien que por lo menos la mitad de la gente que compone tu mundo va a estar en desacuerdo con al menos la mitad de las cosas que digas o hagas. Y si esto es correcto (para probarlo no tienes más que ver cómo en una elección donde uno de los candidatos obtiene un triunfo rotundo, el 40% de la gente ha votado en contra del ganador); así, siempre tendrás  aproximadamente un 50% de probabilidades de ser objeto de algún tipo de repulsa o desaprobación cada que vez que expresas una opinión.

Movido por este discernimiento, puedes empezar a enfocar de otra manera las actitudes críticas de la demás gente. Cuando alguien no esté de acuerdo con algo que tú dices o haces, en vez de sentirte herido piensa que te has encontrado con una de las personas que están dentro del probable 50% que no está de acuerdo contigo. Saber que, digas lo que digas, o pienses lo que pienses, o hagas lo que hagas, siempre habrá personas que no están de acuerdo contigo, es la mejor manera de salirse del túnel de la desesperación. Cuando seas consciente de la posibilidad de crítica y la esperes, no te sentirás inclinado a ofenderte por ello, y simultáneamente dejarás de considerar que el rechazo de un pensamiento, sentimiento o proceder tuyo ha de causarte preocupación alguna.

No puedes evitar la desaprobación de la gente por más que quieras. Y PEOR SI TE OCUPAS DE TRATAR DE COMPLACER EL DICTAMEN AJENO. Por cada opinión que puedas tener, habrá siempre alguien que tenga exactamente la opinión opuesta a la tuya.

En la historia figura un aparte de una conversación de Abraham Lincoln en la Casa Blanca. Y considero que es aplicable a lo que aquí estoy expresando. Conozcamos la sabia apreciación:

“…Si yo fuera a leer, incluso a contestar, todos los ataques que me dirigen, habría que cerrar esta tienda para ocuparnos únicamente de ese negocio. Yo actúo lo mejor que puedo y lo mejor que me parece; y pienso seguir asiéndolo así hasta el final. Si al final el resultado es bueno, lo que se diga o se haya dicho en contra mía no tendrá importancia alguna. Pero, si al final el resultado es malo, aunque diez ángeles juraran que yo tenía razón, no habría ninguna diferencia; igual, estaría mal.”

En nuestras vidas cómo aplica esa interesante opinión:

Si lo que yo digo, o lo que hago, o la manera como vivo es motivo de crítica de muchas personas; pero, a mí, ese mi estilo de vida me satisface y me da vivencias gratas y satisfactorias, lo que se diga o se haya dicho en contra mía no tendrá importancia alguna. Pero si, por el contrario, lo que yo estoy diciendo o haciendo me genera y me entrega resultados insatisfactorios, aburridos, frustrantes o infructuosos, el resultado final ─para mí─ indudablemente es y será malo, aunque mucha gente, numerosas amistades incluidas personas prestantes, hubieran jurado que estaban de acuerdo con lo que yo estaba haciendo, me hubieran aplaudido y hubieran afirmado a gritos que yo tenía razón.

3.6.13

AFANOSA BÚSQUEDA DEL ÉXITO

Pienso que si queremos ser personas con una buena evolución emotiva y funcionando con satisfactoria plenitud debemos reconsiderar meticulosamente en qué empleamos nuestros días, cuyo número es limitado. Si estamos persiguiendo interminable e inacabablemente los símbolos que utiliza la gente "normal" (entre comillas) para valorar el "éxito" (comillas) en la vida (cuyo símbolo primario son los activos patrimoniales), posponiendo indefinidamente el goce de la vida por estar esperando "vivir de verdad" en una época futura, NUNCA VIVIREMOS VERDADERAMENTE EN EL PRESENTE.

FUTURIZAR puede convertírsenos en el más destructivo de los hábitos. El presente lo desperdiciaremos siempre en la planificación del futuro, que nunca llega del todo. Si nos proponemos conseguir suficiente dinero para entonces poder ser siempre felices, nunca alcanzaremos esa imaginada felicidad. Esa persecución se convertirá en el objetivo único de la vida. Si esa tarea de caza, de ansiosa búsqueda nos estimula, cuando alcancemos un cierto nivel de patrimonio o de renta ─o de éxito─ elevaremos el nivel de esas aspiraciones y creeremos que estamos necesitando más logros, y seguiremos en ese remolino vicioso.

Por otra parte, si nos hemos marcado con el objetivo de vida prestigio, dinero, fama o cualquier otra compensación externa que la sociedad intenta vendernos continuamente, estaremos atrapados en una carrera sin fin en pos del "éxito", lo cual, desde un punto de vista práctico (por la preocupación y el estrés que genera), es el comienzo e impulso de las disfunciones endocrinas y de las enfermedades modernas, entre las que se incluyen la angustia aguda, la hipertensión, las úlceras, las jaquecas, los trastornos cardíacos, los problemas digestivos, etc. y, por si fuera poco, unas altas posibilidades de tener relaciones familiares insatisfactorias por falta de dedicación.

Nos hemos convencido a nosotros mismos de que el verdadero fin de la vida es intentar superar a todos los demás y perseguir indefinidamente objetivos que siempre se nos escapan, y mostrar más y más resultados económicos o de mejora de estatus. Y esta afirmación no es falsa, por todas partes vemos a individuos que acuciosamente se debaten, luchan, se preocupan y convierten la vida en un juego consistente en adquirir posesiones o estatus en vez de satisfacciones internas y genuinas. El extraordinario objetivo de la vida en la sociedad contemporánea parece ser el logro de metas estrictamente orientadas hacia el futuro: conseguir ascensos así sea mediante el permanente servilismo ante los jefes y la no dedicación de tiempo a su hogar, obtener premios así sea que para conquistarlos sea menester realizar inimaginables sacrificios, acumular activos económicos a como dé lugar, tener 2 ó 3 vehículos así sus cuotas nos ahoguen, comprar una casa más costosa así la nevera permanezca vacía... Y no obstante la fatigante faena que muchas veces es de vida entera, al final, parece que nadie alcanza nunca el objetivo marcado; incluso y muchas veces, ni grandes millonarios ni célebres ejecutivos, pues siempre andan en forma desvivida en procura de lograr más y más y más y más y más objetivos cada vez mayores. Casi todos buscamos afanosamente objetos EXTERNOS de uno u otro género hasta el punto que no nos queda tiempo para disfrutar la vida así sea en forma sencilla o modesta pero plena. Y suele llegar primero el infarto o la enfermedad terminal que la feliz vida tranquila y serena en aquel dichoso paraíso siempre imaginado, siempre en proceso de construcción y nunca inaugurado.

En ese afán de igualar o, mejor, de superar a los demás y de estar siempre tratando de cambiar nuestras cosas por otras de más categoría, dedicamos un considerable esfuerzo y una dosis notable de energía. Vivimos permanentemente en competencia y ─con esa mentalidad─ no podemos darnos el lujo de entretenernos o "perder tiempo" en esparcimientos o en actividades relajadas porque son ocupaciones que no producen lucro y, en consecuencia, no son de importancia. La competición crónica o compulsiva implica un ajetreo constante y un vivir continuamente orientado hacia el futuro. Y, facilito, puede mantenernos oscilando entre una tarea y otra, quitándonos la capacidad de gozar el presente por estar considerando el próximo objetivo. Ni siquiera podemos disfrutar relajadamente unas vacaciones por estar pensando en lo que quedó allá y por lo que debemos hacer cuando volvamos y, lo peor, por estar atendiendo llamadas al celular, mensajes del smartphone y hasta mails en el portátil... ¡Por Dios! ¡¿Cómo nos podemos castigar de esa manera?! Así las cosas, todas las personas que participen de ese juego estarán condenas (o estaremos condenadas) a vivir la vida en una silenciosa desesperación. Es de acotar que esta forma de pensar y de actuar aplica más que todo a quienes hemos vivido en el siglo XX y en el siglo XXI, pues del siglo XIX hacia atrás no fue generalizada ni tan común esta errada forma de pensar y de correr.

Sin lugar a dudas, la manía de futurizar todo es un gran error social que infesta nuestra cultura; ese sí es un pecado que cometemos y con el que nos podemos condenar en vida.

Y lo que veo con ojos de autocuestionamiento y de actitud nociva no es que hagamos planes para el futuro y que con nuestra labor diaria tratemos de irlos cumpliendo. Eso lo veo sano, muy procedente y plausible, y mal haría yo en insinuar un irresponsable vivir, sin ningún tipo de planeación y sin importarnos si para el mes entrante podemos o no pagar la mensualidad del colegio de nuestro hijo. De hecho, el escalar cumbres, el concebir ideales y el deseo de mejorar nos generan entusiasmo y nos dan motivación para trabajar y, gradualmente, mejorar nuestra calidad de vida.


Lo que veo virulento y dañino es que desde el mismo momento en que hacemos los planes (incluso antes de estructurarlos) y durante todo el trayecto que realizamos para llegar a cumplir los propósitos, estemos hondamente preocupados, agitados y estresados por mostrar, esgrimir y presumir ante la sociedad los resultados conseguidos una vez logrados, y que nos angustie que, esos resultados, necesariamente deban estar a la par o por encima de ciertos estándares que nosotros mismos hemos tomado a manera de referencia a partir de lo que vemos en las personas o en las empresas que consideramos nuestras competidoras.

Opino que debemos tener cuidado en no confundir la ansiedad, el desasosiego y la preocupación, con el hacer planes sanos para el futuro. Si estamos haciendo planes para el futuro y esa actividad de momento presente puede contribuir a que ese futuro sea mejor, esto no es preocupación. Es preocupación cuando de alguna manera nos encontramos inmovilizados, turbados e intranquilos en el presente por algún acontecimiento que puede suceder en el futuro.

Nuestra sociedad alienta, da alas y fomenta la preocupación. La preocupación es endémica en nuestra cultura. Casi todos perdemos una cantidad increíble de momentos presentes preocupándonos por el futuro. Y todo ello no sirve para nada. Ni un solo momento de preocupación logrará mejorar las cosas. Peor aún, es muy posible que la preocupación anule nuestra eficacia en el presente. Hay quienes han llegado al nivel de ser profesionales de la preocupación, produciendo en su cerebro y en su corazón toda clase de estrés innecesario y de ansiedades por todo tipo de cosas por venir.

Para tratar de hacer intentos de superar lo anterior, propongo que reconozcamos plenamente que EL AHORA ES EL ÚNICO MOMENTO QUE REALMENTE TENEMOS. Es una verdad tan fundamental y tan sencilla que resulta extraño que haya tan pocas personas que sepan vivir en el presente. A menos que se llegue a inventar la máquina del tiempo de la ciencia ficción, y hasta que se invente, en realidad nadie podrá huir del presente y vivir en ningún otro tiempo; pero si dejamos que nuestros pensamientos vaguen constantemente por todo el mapa del tiempo podemos, por ejemplo, resultar lamentando el pasado y sintiéndonos culpables de él, o angustiándonos por el futuro. Podemos, así, vivir literalmente toda la vida EN AUSENCIA, separados del único tiempo en que podemos estar vivos realmente.

He dicho.

2.6.13

EL CUERVO INSATISFECHO


Dicen que un cuervo vio andar a una perdiz y le gustó bastante su forma de caminar, hasta se lo envivió; entonces, durante largos meses, se propuso aprender esa forma de caminar, pero no pudo. Cuando se fue la perdiz y el cuervo entendió que nunca podría imitarla correctamente y que definitivamente, a pesar de tanto tiempo, no había aprendido a caminar como una perdiz, quiso volver a andar como cuervo, pero se le había olvidado.

En las personas, las imitaciones nunca resultan. Deja de ser uno lo que es, y no llega a ser lo que quiere ser. Pierde su originalidad y no le resulta lo prestado. Ni cuervo ni perdiz. Ya no sabe cómo andar. Se queda con la vergüenza de haber rechazado su manera propia, y con la frustración de no haber aprendido la ajena. No puede seguir la ajena porque no la sabe, ni la propia porque la ha repudiado. Ya nunca andará a gusto en toda su vida. En mala hora se fijó el cuervo en la perdiz.

Cada cosa ha de ser lo que es, cada ser ha de actuar según su naturaleza, cada persona ha de obrar según su carácter. Querer cambiar su propio carácter es destruirse. Si soy cuervo he de andar como cuervo y graznar como cuervo, sin importar el tener andares patosos, color negro y voz áspera. Ni presumo ni me avergüenzo. Soy cuervo de nacimiento y a mucha honra.

En el campo los cuervos siguen andando como cuervos y las perdices como perdices. Han aprendido la lección del cuervo insatisfecho. En las ciudades los hombre y mujeres siguen imitando andares, vestidos, modas, teorías, posturas de cuerpo y de mente. Ojalá no nos alejemos tanto de nosotros mismos que lleguemos a olvidarnos de lo que en realidad somos y de lo que en realidad queremos. Que no se nos haga demasiado tarde.

1.6.13

EL INFIERNO: DE LOS MÁS GRANDES INVENTOS PRODUCTO DE LA IMAGINACIÓN HUMANA


Puede ser que para algunas personas un tanto propasadas, hasta les caiga bien ese inventico, al menos para que, creyendo en él, algo se aquieten. Pero es que, definitivamente, los jerarcas de numerosos cultos, religiones y credos, han abusado y se han aprovechado del amedrentamiento que el citado invento causa en los indoctos y desorientados parroquianos, fieles y devotos.

¿Qué clase de mente retorcida inventó el concepto del infierno?

Las mentes creadores de la fantasía de un mundo subterráneo así de esa manera, hubo de ser las de personas muy imaginativas ─eso sí─ de ficción que, desde tiempos remotos, buscaban justificar el carácter absoluto de las leyes y verdades consideradas divinas, infundiendo temor en las mentes débiles; o, mejor, personificando un 'yo' malo y asociándolo con cosas que, según la invención, solo se admiten en el infierno. Y, además, apoyándose, en la otra mente medio retorcida y creativa del italiano medieval Dante Alighieri (año 1265), en su Divina Comedia, que reforzó, aún más, esa creencia. Y, desde luego, el catolicismo recién creado en ese entonces, se comió el cuento de lo que el escritor describió acerca del infierno, del cielo, y de un purgatorio. Aunque, creo, más que comerse el cuento, a los jerarcas y superiores eclesiásticos les cayó la narración como anillo al dedo; es decir, les convino el reforzamiento poético de la tal mentira. Por algo hay quienes, especialmente gente muy mayor ─con todo respeto─, le oran a las almas del purgatorio, o algo así.

Y la concebida especulación del infierno, fue bien aderezada; pues, en forma ligada a la noción del infierno, está el mayor tormento del imaginario lugar, se trata del modelo creado como 'la eternidad' dentro de un sitio de fuego. Y ─afirman los que defienden el cuento─ se trata de un fuego distinto al que conocemos, pues "afectará nuestra alma y nuestro cuerpo, pero no nos destruirá". Es un fuego que no se extingue, ni extingue, sino que es eterno, sin descanso, sin tregua, sin fin... por siempre y para siempre. Leía yo por ahí, que se trata de una inmensa hoguera actuando, pero funcionando como la sal: una brasa, una candela que, aparte de quemar, conserva y que, al mismo tiempo, penetra y tortura todo nuestro ser sin aniquilarlo, pues cuerpo y alma recibirán el perpetuo tormento del infierno, en donde no obstante el fuego, ni siquiera los gusanos mueren. Y como si fuera poco, el infierno, además, es un lugar atiborrado de demonios quienes se divierten atormentando a los condenados, y en donde el poder supremo lo ejerce el rey de la muerte a quien le han puesto cualquier cantidad de nombres. Y todo esto, para que pensemos y nos demos cuenta del horror del pecado.

Definitivamente, me resulta difícil imaginar un lugar como el infierno, con tantísimo dolor y crueldad. Está mucho más allá de lo que soy capaz de idear o de suponer como el sitio destinado para arrojar allí a quienes, como dicen los religiosos, desperdiciaron, por impíos, la gracia de la salvación.

¡¡¡Qué imaginación tan bárbara...!!! ...Y no nos pongamos a hablar del concepto 'pecado', porque ahí también hay mucha tela por cortar.

El infierno es una realidad innegable; pero para algunos. Desconozco las evidencias o pruebas de esa realidad categórica, pero así lo creen y lo entienden y, en consecuencia, sus creyentes se convierten en obedientes, mansos y acérrimos ante sus clérigos, ministros o vicarios de turno, quienes muchas veces aparte de aprovechar esa mentira para conservar su privilegio, hasta la platica les arrebatan a sus seguidores. Muy respetable esta creencia, desde luego. Pero, desde mi óptica, sin lógica explicable y racional.

Cuántas personas conozco que luego de engullir una doctrina sin masticarla, discurren y andan por ahí y por allí, demostrando y evidenciando que desean ser auténticas consigo mismas, que anhelan, que apetecen hacer ciertas cosas, ciertas actividades normales, con las que no le causarían mal a nadie y se beneficiarían a sí mismas; pero, para su desdicha, son actividades que están en la larguísima lista de los actos que constituyen pecado (según su credo) y que, en consecuencia, su ejecución o realización conceden en forma automática el pasaporte hacia el infierno por haber roto las normas y no haber sido lo suficientemente piadosas.

Y ─ojo─ en algunas escuelas teóricas, al infierno le han creado una entidad paralela, es el purgatorio; que es para quienes han sido medio buenos o medio malos y, por lo tanto, aún no disponen de las credenciales suficientes para ir directamente al cielo. Así las cosas, esos fulanos ─medio buenos o medio malos─ deben hacer una corta pasantía de unos cuantos siglos por este 'infierno de paso' para, luego, seguir su tránsito hacia el cielo.

En conclusión, para después de muertos, nos encontramos con tres opciones: cielo, purgatorio o infierno.

Pero no creo que sea así. Para mí, son elementos meramente simbólicos, malsanamente aprovechados por diversas doctrinas. El verdadero cielo o el verdadero infierno ─en mi criterio─ están aquí con migo, con nosotros, en nuestra vida, en su vida, en la de él, en la de ella... Pues nadie es víctima de las circunstancias, todos hemos sido y seguimos siendo los arquitectos de nuestras vidas y los forjadores de nuestros destinos. Y para hacer de esta vida un cielo, no se necesita perjudicar ni hacerle mal a nadie, que sería lo reprochable e incalificable. Y si la queremos convertir en un infierno, parece ser que es más fácil.

30.5.13

A LOS HOMBRES NOS GUSTAN ASÍ


Hablando del gusto por una mujer a primera vista, el hombre tiene (o tenemos) poco o medianamente desarrollado el sentido del “detalle” versus el mismo sentido en el sexo femenino. Cuando un hombre ve a una mujer y gusta de su físico y de su apariencia, es porque hace una inspección visual, sin preocuparse ni revisar, por ejemplo, de si el arco y separación de las cejas son los correctos para el tipo de rostro, de si el espesor y curvatura de las pestañas hacen juego con los ojos o no, de si los accesorios que porta la dama son los de moda o si son ya pasados, de si el bolso guarda o no concordancia con la estatura de la mujer; en fin, son bastantes los aspectos que, en detalle, inadvierte el ojo masculino.

Pero lo anterior no significa que de cualquier manera un hombre va a sentir admiración o gusto visual por una dama, o que carece de elementos de juicio. Por el contrario; si bien es cierto que la mayoría de los hombres inadvertimos pequeños detalles de forma, igualmente cierto es que el cerebro masculino dispone de un mega radar programado por los impulsos naturales del varón, para, en un brevísimo tiempo, hacer una análisis completo de la apariencia de la mujer y emitir una vertiginosa respuesta en cualquiera de las apreciaciones: “Si Me Gusta... mucho... muchísimo” o “No Me Gusta”.

Ese radar reconoce en la mujer, algunos aspectos que resultan importantes para la mayoría de los varones; como por ejemplo: unas buenas proporciones curvilíneas en la mujer. Cabe acotar que el gusto por la mujer curvilínea es de origen genético o, mejor, es innato e inherente a la mente masculina. Y entre más curvilínea sea ella pero sin perder la proporción estética, puede parecer más llamativa. Aunque el hombre no entra en la preocupación de si el cuerpo cumple con medidas especiales (90-60-90), esto poco o nada interesa al varón promedio, porque en el gusto de un hombre el rango de aceptación tiene cierta holgura y no está casado con dimensiones específicas o con un peso preciso. Naturalmente que tampoco es que esa holgura vaya a cobijar los casos exagerados o extremos.

Por esto, los modistos internacionales y de peso, principalmente europeos y en cantidad de 99% homosexuales, conscientes del gusto del hombre por la curvilínea forma de la mujer, han procurado menguar y disminuir los atractivos de esa aborrecida hembra (aborrecida por ellos), mediante políticas de contratación de modelos, de inducción sobre ellas, de estimulación y de presión, para que en las revistas y demás medios publicitarios, solo aparezcan y se muestren modelos flaquitas, lisas y llanas, sin cintura, sin caderas, sin senos, sin cola, sin muslos y, en algunos casos, casi sin cabellera (cuasi esqueletos). Y no obstante esos grandes esfuerzos hechos por estos diseñadores mal intencionados, el gusto natural del hombre por la mujer con ciertas curvas, sigue impávido e inalterado.

Desde luego que, aparte del elemento “forma corporal”, existen otros factores que juegan papel importante para que el radar mental masculino se pronuncie, en un sentido o en otro, con respecto al gusto por una dama.

Si ese radar cerebral del hombre pudiera hablar, adicionalmente a lo de las curvilíneas diría lo siguiente refiriéndose a lo que él busca y valora:

“No hay belleza más irresistible en la mujer que la feminidad y la dulzura, la elegancia y el buen trato… El maquillaje se inventó para que la mujer realce sus encantos, por favor, mujeres, úsenlo; obviamente que en forma adecuada; porque para andar con la cara lavada, estamos los hombres… El cabello, cuanto más largo mejor, pero bien cuidado; porque para estar con el cabello corto, también estamos los hombres… Las manos, pies y uñas, resultan imperdonables si no son impecables… La minifalda se inventó para que las mujeres lucieran sus piernas, especialmente cuando estas son magníficas, porque para tapárselas con pantalones anchos, también para eso estamos los hombres... Nos gustan las mujeres que son exquisitas para seleccionar sus atuendos y sus ropas; claro que sin importar la marca, pero que sean prendas estimulantes que realcen la belleza, y en colores vivos pero ajustados a cada ocasión… Nos gustan las mujeres que saben manejar la vida con autenticidad aunque sin perder el equilibrio; es decir, aquellas que cuando hay que comer, comen con ganas y no con asco; cuando hay que hacer dieta, la saben hacer; cuando es la hora de tener sexo, lo tienen con cuerpo, alma y sin prejuicios; cuando hay que comprar algo, lo compran con gusto y lo disfrutan; y a la hora de ahorrar, ahorran. Y, algo importante, que cuando la edad empiece a evidenciarse en su rostro, lo asuman con tranquilidad, con la satisfacción de haber vivido, y que sigan más alegres que antes".