TEMAS ─ POR JOSE VICENTE G.

1.6.13

EL INFIERNO: DE LOS MÁS GRANDES INVENTOS PRODUCTO DE LA IMAGINACIÓN HUMANA


Puede ser que para algunas personas un tanto propasadas, hasta les caiga bien ese inventico, al menos para que, creyendo en él, algo se aquieten. Pero es que, definitivamente, los jerarcas de numerosos cultos, religiones y credos, han abusado y se han aprovechado del amedrentamiento que el citado invento causa en los indoctos y desorientados parroquianos, fieles y devotos.

¿Qué clase de mente retorcida inventó el concepto del infierno?

Las mentes creadores de la fantasía de un mundo subterráneo así de esa manera, hubo de ser las de personas muy imaginativas ─eso sí─ de ficción que, desde tiempos remotos, buscaban justificar el carácter absoluto de las leyes y verdades consideradas divinas, infundiendo temor en las mentes débiles; o, mejor, personificando un 'yo' malo y asociándolo con cosas que, según la invención, solo se admiten en el infierno. Y, además, apoyándose, en la otra mente medio retorcida y creativa del italiano medieval Dante Alighieri (año 1265), en su Divina Comedia, que reforzó, aún más, esa creencia. Y, desde luego, el catolicismo recién creado en ese entonces, se comió el cuento de lo que el escritor describió acerca del infierno, del cielo, y de un purgatorio. Aunque, creo, más que comerse el cuento, a los jerarcas y superiores eclesiásticos les cayó la narración como anillo al dedo; es decir, les convino el reforzamiento poético de la tal mentira. Por algo hay quienes, especialmente gente muy mayor ─con todo respeto─, le oran a las almas del purgatorio, o algo así.

Y la concebida especulación del infierno, fue bien aderezada; pues, en forma ligada a la noción del infierno, está el mayor tormento del imaginario lugar, se trata del modelo creado como 'la eternidad' dentro de un sitio de fuego. Y ─afirman los que defienden el cuento─ se trata de un fuego distinto al que conocemos, pues "afectará nuestra alma y nuestro cuerpo, pero no nos destruirá". Es un fuego que no se extingue, ni extingue, sino que es eterno, sin descanso, sin tregua, sin fin... por siempre y para siempre. Leía yo por ahí, que se trata de una inmensa hoguera actuando, pero funcionando como la sal: una brasa, una candela que, aparte de quemar, conserva y que, al mismo tiempo, penetra y tortura todo nuestro ser sin aniquilarlo, pues cuerpo y alma recibirán el perpetuo tormento del infierno, en donde no obstante el fuego, ni siquiera los gusanos mueren. Y como si fuera poco, el infierno, además, es un lugar atiborrado de demonios quienes se divierten atormentando a los condenados, y en donde el poder supremo lo ejerce el rey de la muerte a quien le han puesto cualquier cantidad de nombres. Y todo esto, para que pensemos y nos demos cuenta del horror del pecado.

Definitivamente, me resulta difícil imaginar un lugar como el infierno, con tantísimo dolor y crueldad. Está mucho más allá de lo que soy capaz de idear o de suponer como el sitio destinado para arrojar allí a quienes, como dicen los religiosos, desperdiciaron, por impíos, la gracia de la salvación.

¡¡¡Qué imaginación tan bárbara...!!! ...Y no nos pongamos a hablar del concepto 'pecado', porque ahí también hay mucha tela por cortar.

El infierno es una realidad innegable; pero para algunos. Desconozco las evidencias o pruebas de esa realidad categórica, pero así lo creen y lo entienden y, en consecuencia, sus creyentes se convierten en obedientes, mansos y acérrimos ante sus clérigos, ministros o vicarios de turno, quienes muchas veces aparte de aprovechar esa mentira para conservar su privilegio, hasta la platica les arrebatan a sus seguidores. Muy respetable esta creencia, desde luego. Pero, desde mi óptica, sin lógica explicable y racional.

Cuántas personas conozco que luego de engullir una doctrina sin masticarla, discurren y andan por ahí y por allí, demostrando y evidenciando que desean ser auténticas consigo mismas, que anhelan, que apetecen hacer ciertas cosas, ciertas actividades normales, con las que no le causarían mal a nadie y se beneficiarían a sí mismas; pero, para su desdicha, son actividades que están en la larguísima lista de los actos que constituyen pecado (según su credo) y que, en consecuencia, su ejecución o realización conceden en forma automática el pasaporte hacia el infierno por haber roto las normas y no haber sido lo suficientemente piadosas.

Y ─ojo─ en algunas escuelas teóricas, al infierno le han creado una entidad paralela, es el purgatorio; que es para quienes han sido medio buenos o medio malos y, por lo tanto, aún no disponen de las credenciales suficientes para ir directamente al cielo. Así las cosas, esos fulanos ─medio buenos o medio malos─ deben hacer una corta pasantía de unos cuantos siglos por este 'infierno de paso' para, luego, seguir su tránsito hacia el cielo.

En conclusión, para después de muertos, nos encontramos con tres opciones: cielo, purgatorio o infierno.

Pero no creo que sea así. Para mí, son elementos meramente simbólicos, malsanamente aprovechados por diversas doctrinas. El verdadero cielo o el verdadero infierno ─en mi criterio─ están aquí con migo, con nosotros, en nuestra vida, en su vida, en la de él, en la de ella... Pues nadie es víctima de las circunstancias, todos hemos sido y seguimos siendo los arquitectos de nuestras vidas y los forjadores de nuestros destinos. Y para hacer de esta vida un cielo, no se necesita perjudicar ni hacerle mal a nadie, que sería lo reprochable e incalificable. Y si la queremos convertir en un infierno, parece ser que es más fácil.

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