TEMAS ─ POR JOSE VICENTE G.

24.5.13

NO ERES NI MEJOR NI PEOR, SIMPLEMENTE ERES TÚ


1er caso:
Alguna vez entraron SEBASTIÁN y CHEPE al cine a ver una película de esas segundas partes que lanzan al mercado cuando una primera parte ha tenido éxito.
CHEPE, desde un comienzo, demostró estar disfrutando grandemente la cinta cinematográfica.
SEBASTIÁN había visto la primera parte y, al ver ahora la segunda, la iba comparando en la mente con la primera, llegando a la conclusión de que la buena había sido la primera. Así se lo dijo a su amigo CHEPE en el descanso a mitad de la película, y añadió:
‒ “Tú no viste la primera parte y por eso esta parte te parece divertida e interesante; pero para mí, que la vi, esta es solo una película mediocre y estoy aburrido”.
Quedó SEBASTIÁN sorprendido con la respuesta de CHEPE:
‒ “También yo vi la primera parte y me gustó mucho. ¡Y esta también está muy buena!, olvídate de aquella y métete en esta, y ya verás lo bien que la pasas”.
Había tal convicción en la voz de CHEPE y tal alegría en su rostro que SEBASTIÁN se rindió ante la evidencia, y volvió a entrar a la sala descartando prejuicios y precedentes. Entró a ver y a disfrutar… y disfrutó.
Antes de las palabras de CHEPE, SEBASTIÁN estaba dejando que la primera parte le hiciera sombra a la segunda; había dejado que la comparación destruyera la realidad, y con eso había perdido la capacidad de apreciar cada cosa en lo que vale.
2° caso:
JENNY y ALICIA van cenar a un buen restaurante: Ambas, piden el mismo plato. Cuando los platos han llegado y ellas empiezan a comer, se nota el gusto y el disfrute con que JENNY consume su alimento. Por el contrario y por su parte, ALICIA pone cara de amargura, mira a un lado y a otro y se nota en su rostro algún grado de tribulación y de impaciencia. 
Los platos eran pequeños y, pronto, JENNY termina su ración. Pero antes de que hablara para elogiar la sazón y el buen sabor del plato, irrumpe ALICIA: 
─ "No, mija... tú porque no habías venido antes. Este plato era mucho mejor, ahora lo dañaron; tal vez cambiaron de cocinero. ¡Hubieras conocido cómo preparaban esta plato antes! es que ni comparación, bla bla bla (lamentaciones y críticas)."
Cuando ya se calla, responde JENNY: 
─ "También yo había venido aquí antes y había comido este mismo plato al igual que tú, y en verdad el plato de antes era bueno, eso es innegable. Pero el de hoy estaba estupendo; había diferencia en la sazón pero aún así estaba exquisito, lo disfruté muchísimo, era otro concepto culinario; y tienes razón, yo también creo que cambiaron el cocinero, lo hubieron de haber reemplazado por un chef de talla internacional. Claro que si, mentalmente, me hubiese trasladado al pasado a tratar de revivir el plato anterior y a hacer comparaciones subjetivas y tontas en procura de ponerlo por encima en mi fantasía, hubiera dado al traste con este extraordinario momento y no hubiera podido disfrutar esta nueva sazón que, por cierto, tiene algo de estilo italiano". 
Los dos casos anteriores son típicos e ilustrativos de personas que son especialistas en dañar totalmente sus momentos presentes e intentar arruinar el de sus más allegadas personas. Y lo vuelven típico en sus rutinarios comportamientos, se les dificulta muchísimo vivir a plenitud el AQUÍ y el AHORA. Y todo por estar comparando, rebuscando en su cerebro momentos y situaciones que puedan imaginar y poner por encima del AQUÍ y el AHORA, para empezar a comparar y, así, demoler completamente la posibilidad de una feliz vivencia del presente real.

Y esa costumbre, manía o vicio de estar comparando, no solo es para confrontar o contrastar momentos y disfrutes, sino también para comparar aspectos grandes de sus vidas, con el equivalente en otras personas; y esto es aún más desastroso: compararse con los demás.

Por ejemplo: Hay mujeres que consideran su matrimonio un desastre, aunque su marido sea una persona excelente en todos los sentidos, solo porque su hermana menor se casó luego mejor todavía, y la sombra del cuñado extraordinario anula al marido bueno pero normal.

También existen estudiantes que reaccionan con poco entusiasmo cuando les felicitan por una buena nota en un examen importante, porque, aunque ellos han obtenido buena nota, alguien en la clase la ha sacado aún más alta, y eso les agua la fiesta y les quita el entusiasmo.

Por bien que te hayan salido las cosas, miras un poco a tu alrededor y pronto descubrirás a alguien que ha tenido un mejor logro o ha conseguido un mejor empleo, y así podrás quejarte y sollozar a gusto hasta la próxima ocasión en que, con un poco de práctica, detectarás rápidamente a quien lo haya hecho mejor que tú, y te podrás entregar inmediatamente al luto sin impedimento alguno.

Ya va siendo hora de que aprendamos a vivir nuestras vidas sin mirar comparativamente a otros, SIN EQUIPARARNOS, sin dejar que los éxitos, aplausos, superaciones o conquistas de los demás empañen nuestras alegrías.

Y ahora un corolario del anterior análisis, o una derivación: Si no debemos permitir que otros rijan nuestras vidas con sus éxitos o con sus fracasos, mucho menos hay que dejar que lo hagan con su juicio directo sobre nosotros. Todo el mundo tiene derecho a expresar su opinión, y la gente lo hace con facilidad; el peligro surge cuando esa opinión es sobre personas concretas, y esas personas se enteran y se dejan influir indebidamente por lo que otros dicen. Es sano oír y enterarse de la crítica, pero no lo es el aceptarla ciegamente y dejarse abatir por la opinión de los demás. La gente es libre de emitir juicios (a veces atrevidos); pero, igualmente, los enjuiciados son libres de salvaguardar su libertad en el gobierno de su vida.

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